domingo, 6 de diciembre de 2009

TRIBUTO A GABRIELA PIZARRO

A diez años de su muerte, aún permanece vivo el legado de la Señora Gabriela Pizarro Soto, quien fuera presidenta de Anfolchi en los períodos 1988-1989; 1990-1991 y 1998-1999. Con ella aprendimos a trabajar dando frente a la adversidad, en donde la palabra imposible, no existía en nuestros diccionarios, nos enseñó a luchar por nuestros ideales, nos dirigió a trabajar fuertemente apuntando hacia la comunidad, hacia los niños, junto a ella levantamos bibliotecas populares en Lebu, Puluqui y Pudahuel, y tantos otros proyectos que se realizaron, los cuales para muchos eran sólo utopías.
Gabriela Pizarro, es una de las tres investigadoras esenciales del folclor chileno, junto a Violeta Parra y Margot Loyola. Como ellas, conjugó las principales disciplinas de ese quehacer, entre la investigación, la creación, la difusión y la enseñanza. Sus huellas quedan en la trayectoria del conjunto Millaray, que ella fundó en 1958, en la exploración sin precedentes que emprendió por la música de Chiloé, en los discos que grabó con el grupo o como solista y en su vocación por la docencia, como profesora y directora de conjuntos. Durante el esplendor de la proyección folklórica de los '50 y '60, pero también bajo la más dura resistencia a la dictadura, Gabriela Pizarro se dedicó con el mismo carácter al arte popular que contribuyó a descubrir y a enseñar.

De Lebu a Santiago
Gabriela Eliana Pizarro Soto nació en Lebu, provincia de Arauco, el 14 de octubre de 1932. Sus padres fueron Blanca Hortensia Soto, originaria de esa ciudad, y José Abraham Pizarro, un hijo de inmigrantes españoles proveniente de Ovalle que llegó a Lebu a trabajar en la administración del ferrocarril minero.

Hortensia Soto fue la primera en estimular en su hija el interés por el folclor. La madre había estudiado en el Conservatorio Nacional y en Lebu era una activa participante del coro de la iglesia, de la orquesta de profesores y de grupos de teatro, zarzuela y opereta. Y tan o más determinante fue la mujer que crió a Gabriela Pizarro: la cantora campesina Elba González, de Cañete, le mostró el arte popular vivo en las casas de canto y las festividades religiosas. Así evoca esos años la propia folclorista en el libro Gabriela Pizarro Soto y su andar en el folclor chileno (2002), de donde están tomadas sus siguientes citas.

"Mi papá era un gran amante de la ópera y no le gustaban las chinganas. No podía ni verlas. Mi nana y yo nos internábamos en una calle del barrio popular (...), y ahí había una casa en la que se juntaban el fin de semana a bailar. Y ella era la que tocaba y cantaba. En esa casa había siempre una fuente grande con mote con huesillos y se servía aloja (mistela). Ella cantaba y cantaba sus valses en guitarra. Cuando la sacaban a bailar eran unos bailes como corridos, como caminados, agañados", describe Gabriela Pizarro, quien también alude al Mes de María y a las procesiones de la Cruz de Mayo entre esos recuerdos tempranos.

–Desde muy pequeña le atrajo el folclor. Le llamaban la atención las cantoras, las muertes de angelitos que veía en Lebu siendo una niña. Eran cosas que estaban arraigadas en su sensibilidad –recuerda su hijo. Por razones de trabajo la familia se trasladó a Santiago en 1939, y en 1942 se estableció en una casa de calle Caupolicán en la comuna de Ñuñoa, mientras la alumna Gabriela Pizarro reanudaba los estudios básicos en el colegio María Inmaculada Concepción y los terminaba en la Escuela Suiza de Peñalolén donde su madre enseñaba música. A los trece años, en 1945, ingresó a la Escuela Normal, pero en cuarto año interrumpió esos estudios, por causa del reposo al que la obligó una enfermedad al corazón, sumada a una precoz miopía.

Gabriela Pizarro mostró desde temprano una salud frágil, pero la música quedó a salvo. Al mismo tiempo empezó a tomar clases de guitarra con la profesora Isabel Soro, y las primeras tonadas, valses, cuecas y boleros que aprendió a tocar fueron también el comienzo de su carrera definitiva.
El alma al cuerpo
Gabriela Pizarro enfrentó el mal tiempo con diversos oficios: hizo clases esporádicas de música, artesanía en tarjetas y flores, actuaciones en peñas y su primera grabación de la época, como parte del LP Folklore en mi escuela (1978), editado por Alerce y dedicado a la enseñaza musical en los colegios. Y el mismo año emprendió una gira a Europa, en contacto con organizaciones y audiencias de exiliados chilenos. Si Violeta Parra y Margot Loyola lo habían hecho en mejores tiempos, Gabriela Pizarro mostraría ahora el folclor chileno en el nuevo escenario de la solidaridad internacional.

–Fue lo que le que le devolvió el alma al cuerpo –recuerda su hijo. Tres giras hizo la folclorista en ese período. En 1978, junto a Pedro Yáñez, actuó en universidades y museos de Francia, Inglaterra, Suecia, Suiza, Italia y España y se reencontró con Mariela Ferreira y Joan Turner en Estocolmo y Londres. En 1984 volvió a Francia e Italia. Y en 1986 se presentó en Holanda, Alemania, Finlandia y España. Una cuarta gira a Canadá, tuvo lugar en 1987, con actuaciones y encuentros en Winnipeg, Vancouver, Edmonton y Montreal.

También rearticuló su actividad en Chile junto a músicos como Catalina Rojas, Roberto Parra, Arssel Angulo y Romilio Chandía, que había sido su compañero en Millaray, además de sus hijos. Con una nueva versión de su conjunto presentó el recital de canto religioso campesino "La pasión de Manuel Jesús" (1979) y en adelante siguió trabajando en obras relacionadas con el Primero de Mayo, la fiesta de Cuasimodo o la Navidad, además de conseguir el apoyo de la agregaduría cultural de la Embajada de Francia para el recital "Canto a seis razones" (1985).

Gabriela Pizarro inició además su discografía propia. Su primer disco es Canciones campesinas (1982), editado por Alerce, con canciones y tonadas recopiladas como "El caleuche", "La pericona tiene" o "He venido caminando". De su última visita a Madrid data una segunda grabación, Romances de acá y de allá (1986), junto al español Joaquín Díaz, en la que ambos unen sus investigaciones sobre el género tradicional del romance. Y el mismo objeto de estudio tiene Cuaderno de terreno - Apuntes sobre el romance en Chile (1987), que presentó junto con el recital "Romances en el cancionero folklórico criollo".

Los últimos diez años fueron más prolíficos en cuanto a grabaciones. Con la folclorista Carmen López grabó la antología Cantos de Rosa Esther (l989), basada en décimas, tonadas y versos aprendidos de una cultora tradicional. A partir de entonces su trabajo volvió a encontrar eco en instituciones y fondos culturales. Junto a Anaís Pavez y a José Pepe Cabello volvió sobre los romances en el disco Romances cantados (1991), editado por la Facultad de Música de la Universidad de Chile, y con Pepe Cabello y Guillermo Ríos hizo el disco doble Veinte tonadas religiosas (1993).

En marzo de 1999 grabó el recital Las estaciones del canto, una de sus últimas actuaciones. Para entonces Gabriela Pizarro ya avanzaba en la grabación de un disco de cuecas recopiladas por Violeta Parra cuyas partituras habían sido halladas por su discípula Patricia Chavarría. Pero también avanzaba un cáncer al pulmón que no le permitió ver el terminado el disco, demorado por una disputa legal sobre los derechos de esas obras que fue resuelta en su favor, pero tarde. 20 cuecas recogidas por Violeta Parra (2000) apareció después de que, el 29 de diciembre de 1999, la enfermedad acabara a los 67 años con la vida de Gabriela Pizarro. Completadas por sus hijos y por Catalina Rojas y Patricia Chavarría, ocho de esas veinte cuecas que un mes antes aún ella estaba grabando son su último aliento.

"Gabriela ha sido mi mejor alumna, desde que la conocí en las Escuelas de Temporada que hice en la Universidad de Chile. Ella muere con toda su voz, con una gran voz, una vida natural preciosa que la hizo cantar muy hermosamente las canciones campesinas de la zona centro y sur", fue el recuerdo de despedida que le dedicó Margot Loyola. Y una memoria igual de afectuosa guarda Rubén Nouzeilles, el director del sello Odeon, donde Gabriela Pizarro grabó sus primeros discos con Millaray.

–Con ese aire de aristocracia que sale de su maravillosa producción musical ella se iba a una población, a veces lloviendo, se bajaba de una micro y caminaba cuadras por el barro a la una de la mañana. En cuanto abría la boca estaba dictando cátedra –recuerda Nouzeilles–. Donde se sentaba Gabriela Pizarro era una profesora.

Tributo a Gabriela Pizarro
El pasado 04 de diciembre los hijos de la Señora Gabriela, amigos y diversas organizaciones se dieron cita en el ICAL, lugar donde se rindió un homenaje a lo que fue su existencia, su trabajo su legado, su enseñanza, sus anecdotas, su vida al servicio de la cultura tradicional de su patria amada. En donde diversos artistas se dieron entregaron su saludo musical, como Catalina Rojas, Arssel Angulo, Mireya Alegría, Jose Cabellos, Guillermo Ríos, Conjunto Cuncumén y por cierto donde cada uno de sus hijos mostró el talento heredado y su herencia cultural.

No hay comentarios:

Publicar un comentario